
Hoy tuve que llevar unos papeles a un lugar bien lejos y tomé un micro que iba lleno, al bajar se me quedó un zapato entre la gente y el micro arrancó, yo corrí gritando para que parara o que alguien me tirara el zapato, pero iba tan lleno que nadie lo debe haber visto y el micro se alejó con todo y mi zapato, y allí estaba yo en Iztacalco con un pie descalzo, una señora que se dio cuenta de lo que pasaba me dijo que en el mercado podía conseguir unas chanclas baratas y seguí su consejo, me compré unas chanclas de hule y así anduve como si estuviera en la playa y tuve que comprar unos calcetines para no helarme ¡de una elegancia suprema!
Lo único que me consuela es que no eran mis zapatos consentidos.